lunes, 4 de octubre de 2010

Poema XXXII de "La rutina de la nieve"

La luz
tiembla como una despedida.
No puedo saber
la claridad exacta de la lluvia,
la distancia que recorro
entre el límite de tu cuerpo y la sonrisa de la niebla
que nos humedece y nos confirma
en este espacio sepultado
donde el tiempo sufre. La sed de tu nombre
y la lentitud de la tarde
en la música no nacida.
La fruta amarga nos espera.
Piensas en mí
y el fuego nos habita
en la frontera de la duda.
La casa nos acoge
y nos recibe su silencio
en los pasos dibujados por alguien que no está,
huidizos
al sur de tus olvidos,
al norte de tus manos.

Al oeste de todas las tormentas,
en la mirada de los perros,
en el rostro detrás de la cortina,
en el ruido de la puerta y su pregunta,
cuando los fantasmas del deseo reclaman ese beso.
En las huellas ya secadas -y eternas- del cemento.
En la alegría del crepúsculo saliendo de la ducha.
En el temblor del charco.
En la cresta de la ola
tres segundos antes de romper.

Quiero ser tu diciembre íntimo.

Abrazas la noche
y todo en ti es refugio.


Luis Llorente Benito (junio 2009)

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