viernes, 15 de octubre de 2010

CINCO DEDOS...

Cinco dedos
doloridos. La mano
escribe
lejos de nombrar cualquier pájaro,
cualquier urdimbre de palabras necias,
cualquier retórica
vana. Inútil es saber
que el miedo es parte del silencio. Holan
desde Praga
escribe en el desastre. Ciocchini
en Buenos Aires
se lanza al vacío
con un poema nuevo:
El vino corre, cálida vertiente,
por los hombros
de los antiguos mármoles.
Ulises no supo de manos imperiales
ni de estirpes planetarias.
Los héroes de la Europa destruida.
Los anfiteatros se han llenado de cardos.
En 1943 Hitler destruye
todos los poemas de Berlín.
Rilke estaba muerto: su solitario teatro
de máscaras vírgenes, sus himnos elegíacos,
sus cantos a la noche de Praga.
En las balas de la guerra se extinguían los poetas.
Los dioses clásicos habían levantado su muerte
tras siglos de alegría. Y en esta casa vieja
las brujas hablan de mí, y en el espejo
hay un rostro
dolorido como un árbol.

Cinco dedos, mi mano vieja:
la piel irritada por el agua. Llevo años
con esta herida
pero sigo escribiendo
versos en la memoria y en la página
que alguien leerá. Cuándo
te he visto (hay un fantasma
que me resulta familiar):
en esta casa
Rilke y Holan escriben poesía.
Y yo. (La tierra es un animal que grita con el vientre).

Poesía,
            vertiente opaca del silencio,
manantial de la escritura codiciosa,
posesión del abismo
y de la extraña circunstancia de los ojos: la mirada
me inventa
e invento una mirada para el mundo.


Luis Llorente Benito,
15-10-2010

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