viernes, 28 de marzo de 2014

LAS CALLES REVELADAS



Estoy tan triste porque soy un hombre
                                              Pedro Salinas


Las calles han venido a recordarte
quién eres. Entregado y absoluto,
en un viaje cuyo fin es otra vida,
repites la fábula de los lugares
y sabes qué te espera bajo el frío.
Como un campo anegado
se pierde el horizonte tras el velo de la lluvia.
Una lenta tempestad, borrosa muerte
que acunó su geografía.
Mira cómo las palomas
también buscan a su dios,
solas y sordas buscan el grano
de la mano generosa del azar.
Pero no es materia el alimento. Lo que buscas
es el ruido, la alegría de la vida,
el espejo insoslayable en que mirarse
y sentir perpetua la belleza,
como instante raptado,
como mecánica soluble,
como lenta aceptación de un mismo vuelo.
A los edificios llega la luz
y comercias con tu voz a la deriva,
las palabras que huyen y profanan
la sabiduría y los azogues donde hallarte.
Cada estación es un bosque distinto.
Cada calle un tiempo conocido.
Todo pasa a la memoria y te sostienes
cargado de razón frente al futuro.
Tus pasos saben
que el alma es un rincón impermeable,
que aquí es posible ver la vida
desde un ángulo preciso,
y alejado de cualquier mezquindad
o turbada perspectiva.

Los vencejos resumen la distancia,
la mañana es una tela alzada
donde latir certero
como el árbol contra la muerte.
Mira en sosiego
cómo la luz acaricia los cuerpos,
azota despacio su sonora existencia,
revela la historia del rostro
que contempla también y que camina.

Estar es un estarse ausente,
una frágil comunión con otra vida,
una semilla proclamada en los desgastes,
un fluir de ardiente luz contra este tiempo.






Luis Llorente

(Los días transformados)


martes, 25 de marzo de 2014

LOS DÍAS TRANSFORMADOS



las blancas sombras en los claros días,
las blancas sombras de las horas santas.
                                          Antonio Machado



Los días han cambiado. Cantas en la luz
y regresas al poema. El mismo de aquel día,
y vuelves al invierno porque sabes
que este frío te conoce.
Hunde tus pasos en la certeza de lo ido.
Todo se transforma como un rostro
que comprende la ceniza.
La luz no parpadea. Aquí la fugaz contemplación
ha desatado su indolencia.
Eres el fantasma. Miras pasar
los cuerpos y los días,
todo responde a una respuesta inexorable.

Eres el mismo que la noche conoció
en los pozos del desorden.
Con cuánta anunciación el rígido destino.
Con cuánta levedad
esta inmensa suerte de vivir.
(No la evidencia del existir: su belleza,
su don, su entregada luz
como signo a lo naciente).

Las carnales geografías,
los instantes que pasan
a ser hueso en la memoria,
constancia irrevocable de su espectro.
Lo arraigado, lo que se queda.
Lo que firme
sabe y da su suerte,
dosifica su perenne aurora.
Los destellos del alba. La noche que cae
y después vuelve a nacer. Ese ciclo
interminable.

La resistencia a los desgastes,
lo que se niega a ser
destruido y olvidado.
Su venganza natural.

Esta simiente,
esta quietud como un incendio
que abre su boca y dice amor,
que pulsa la vida y crea un pájaro.

Este canto de nosotros, en respuesta a cada voz.

Este balsámico fluir,
esta inmediata y leve sombra
entre las ramas del sol acariciado
como el niño inocente que a su madre espera.





Luis Llorente

lunes, 27 de enero de 2014

SÍLABAS DE LLUVIA



Sílabas de lluvia
a quien camina van diciendo la sordera:
al final es un sonido largo

porque ya no existe el tiempo. Y miras
la entregada incertidumbre,
días donde la hierba
crece extraña y en silencio.
Fulgura

el hechizo
como savia de la nada ya cautiva:
agitada luz,
cierras los ojos y no encuentras
la apariencia inmóvil: insondable lejanía
que corona cada tarde
la certeza de tus pasos,
lo mismo que la luz
apunta al corazón:
la última defensa del pájaro que ha muerto.




22-1-2014

martes, 3 de diciembre de 2013

LA CENIZA



En los ángulos interminables
la historia nace y repite su aullido
en rincón perdido y sin fronteras

el dolor es un puente hacia lo extraño

el incendio de las puertas
la posible anunciación
la espera lágrima del beso inalterable
los mundos contrarios en la seca y vasta luz
que ya no nombra cuanto toca

hay un espejo de habitada soledad naciente
un tejido en las sombras de la mansedumbre
o letanía del mar en el signo
que se eleva y se destruye

por qué reloj la hora se ha escapado
por qué paisaje tus ojos han ardido

y escupen su costumbre dilatada

Sólo el temblor del día
insolente y pertinaz

y las líneas de la mano
o las huellas de la aparición

en la voz muda y moribunda

rompiente del olvido y su regreso




 

jueves, 28 de noviembre de 2013

ARROJAS...



                           ardiendo 
                           qué hilo no nos separa de la nada
                                                                   Ana Gorría 


Arrojas al canto
la sal de la memoria
La piedra fulgura
el lento animalito
de párpados cautivos
la rota luz en las cuerdas de la mansedumbre
la espinada ceniza de los días
la resina del árbol
en los círculos de muerte
o el beso de fuego
que se atiene a la tormenta
Aquí en la boca
no fantasma
aquí en el cuerpo
no entra luz
Qué signo quién contempla
el incierto farfullar de los sonidos blandos
como agujas del destierro
coronado

el hilo que pende
más antiguo que el silencio
el choque derrotado en las batallas
y los días escritos
en la nube de los labios

la música prestada a la intemperie
las venas de la aurora
abiertas y acabando
pero dónde la hermosura no termina

el temblor apagado en los espejos
los olvidos sonámbulos
y las trazadas manos
sobre la sombra
de tu canto

los ojos que cortan
otros ojos

los dedos que acarician
otras huellas

en límites de nadie






Luis Llorente

martes, 5 de noviembre de 2013

EL PÁJARO SE POSA...


El pájaro se posa
y se retiran al fondo del paisaje
las lentísimas cortinas del mundo.
En el temblor de la luz anunciada
la distancia azul de la ceniza.
Hay silencio en el lugar
como el nocturno hueco ya habitado.
Miras perplejo
y los ojos son sólo
memoria de lo mismo.
Palabra o piedra destruida,
el parto de otro cielo,
el anuncio de la voz en la fragilidad extenuada.

Cuando vuelves por el aire
das la muerte a cada paso.
Fulgor del alma: huella repetida
en la llama que se fuga.

El pájaro alimenta los sonidos. Inventa
otro lugar de la materia, contempla
la ignorada secuencia de la lluvia.
Es mortal como tu rostro. Envejece
ruidoso y ultimado,
signo de la consumación
y estela del ardor del nacimiento.

El pájaro nombra y tú lo observas
hasta dejar de ver
su extinguida aparición.

El pájaro posado es la invariable luz
de la tarde adormecida. Deja su espacio
a otro cuerpo,

en su ausencia nace el día.

 




Luis Llorente

jueves, 10 de octubre de 2013

APARECIDA LUZ...



                                    dejando lejanía como un beso
                                                       Vicente Aleixandre



Aparecida luz, fugaz memoria
que dice el testamento de su estirpe.
En la trazada línea
que separa el fuego de dos cuerpos,
los rincones de la piel o la ceniza del poema
como una escena interminable.
Como una casa en ruinas
la proclamada luz que va dejando su fulgor
aún más breve.
Como el párpado cortado por el frío.
La mirada recorre con la muerte
las agujas del cielo desatado.
Una soledad
que no termina en un paisaje,
ni deja abolidos los recuerdos,
ni la lluvia inalterable y agitada
de las tardes de verano oscuras.
Como los horizontes que muerden
manos en lejanías coronadas,
la voz que ya es residuo de la carne.
Como una cítara que suena y no se sabe dónde.
Como el vértigo de hilos sin pupila
en el perímetro de un ojo sin decoro.
La luz aúlla en tanta vida,
resplandeciente signo sin descanso,
lugares que definen lo inmortal.

Como el pan celeste o el rumor de las gaviotas,
a la tierra todo vuelve y reconoce
sus últimas fronteras habitadas.





8-10-2013