jueves, 28 de octubre de 2010

LA CALLE A LAS DOCE


La calle a las doce está repleta
de rostros desconocidos –algunos familiares–
porque en todo lugar extraño
hay una luz reconocida. Salir de casa
como quien se prepara para un viaje,
cruzar otro bosque, otro desierto, otra esperanza,
con el tañido de los pasos
y el rumor de adelgazada sangre,
el frío de los árboles
como lámparas de tiempo
y las hormigas construyendo un nuevo túnel.
Así entiendo las raíces
y la desolación de los pronombres
­–ella es el amor y ya no mira
desde su escondido límite de llanto–
mis pasos como en un desfile de serpientes,
tanto desalojo en tanta mentira inacabada,
tanto desahucio, tanto miedo de tenerte,
una manera distinta
de caer en el desastre,
distinta música, distinto paisaje
cubierto por la niebla
y aquí la ciudad se va muriendo en las bombillas
y en los ascensores de octubre: el rostro
va cambiando su espejismo
(temblor de pieles, música insomne de los ojos,
brillo inmortal, dominadora muerte y alegría)
y también el cielo es de la lluvia
en este insolente desafío.


Luis Llorente Benito,
28-10-2010

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