miércoles, 8 de febrero de 2012

UNA CIUDAD


Ciudad que vuelve
nombrada por espejos.
Ciudad cambiante, ciudad de olvido, ciudad de frío.
Ciudad de luz en los minutos de invierno.
Ciudad donde las nubes se alejan
dibujando la historia
de un corazón sumergido
que tropieza en cada piedra.
Las tardes
tan fugaces. Esta vigilia
sin comienzo. La memoria lo recorre con la última
sílaba del instante. Aquí sólo una calle
y al fondo la alegría de la lluvia,
el suicidio del agua y su poema. Pesar la luz
en cada paso, medir el pulso del regreso
con distinta muerte,
con los ojos que pintan el paisaje
y devoran la belleza cada día.
El hechizo de una mano
que roba el sueño en cada cuerpo,
el límite que configura
otro silencio, otra luz
bajo la sombra en la batalla
contra el llanto y contra el tiempo.
Ciudad de gesto duro,
ciudad solemne y delicada,
ciudad de los delirios de grandeza.
Ciudad de ojos alargándose hacia nadie,
ciudad de noche y de fantasmas,
ciudad donde vine a equivocarme.

L.