lunes, 4 de octubre de 2010

PARA ESTAR DESNUDO...

Para estar desnudo
en la yerta calma del olvido.
Cierro los ojos para ver
los jardines antiguos de la infancia,
la ciudad que fue muriendo
en los relojes destruidos,
donde las sombras se abrazan y deshacen
en la tierra lenta de la tarde: congeladas
se aman para mirar
los latidos azules del viento tan triste,
oscuro en la ventana y salvajemente profanado,
y los árboles que tiemblan como cuerpos juveniles.

Cierro los ojos
para ver las rosas del invierno,
que llegará para afirmar su voz en nuestro canto,
que vendrá en la casa con las luces apagadas,
y los huesos encendidos de la espera,
y los cadáveres intactos
renaciendo desde el fuego.
(Y la sangre es un espejo clavado en la tierra.)
Y las uñas de la muerte están dormidas,
y un silencio de algodones cubre la noche
siempre ebria, y aprendida
con estos ojos cerrados
en esta calma yerta hacia la vida,
en el salón tan viejo
donde sentados y reunidos
mirábamos la esperanza llegar,
en esa hora del regreso y la familia,
en la búsqueda o derrota
de ese centro inalterable por nosotros,
de esos cielos amarillos
donde aprendimos el olor de la luz
con la certera aprobación del mar.

Nuestro viaje que se acaba
o quizá permanece todavía:
un perfume que brilla entre las sombras,
un sonido que se aleja y anuncia la distancia,
un silencio compartido en las estatuas
mutiladas por la hiedra.


                                            Luis Llorente Benito, septiembre 2010
                                            (De un poemario en proceso)

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