jueves, 20 de diciembre de 2012

EL TEMBLOR DE LAS PALABRAS



Cuando llega ese poema
con las palabras del frío,
los párpados se abren
y dibujan la silueta del miedo,
estos pasillos largos
como las mansiones del día
que se rasga lento hacia la nieve.
La memoria del frío es un instante
que se cubre de abandono:
en las calles de la muerte
el tiempo se parece a la venganza.
Hay una sordera en la mirada:
cada paso define su secreto,
lo fértil de la imagen y su inútil transparencia,
los espejos que resumen
la forma del tiempo, las voces
que se encienden y repiten
el signo indescifrable, todas las lluvias
que vinieron a salvarnos,
a decirnos que lo nuestro es otra historia.
Pienso en ti mientras miro
un escaparate. Y es de lencería.
Porque tu cuerpo está diciendo
que me ama, y la distancia
teje azul el hilo de la niebla,
el frío de diciembre, las horas
entregadas al amor de amar sin cuerpo,
lo solo del silencio y su áspera inocencia.
Porque tus labios son un barco
que viene de otros mares, y une
las noches con el pulso
tan cierto del amor, como una línea
frágil que arde entre dos cuerpos,
y separa su luz como el poema
cuando llega al temblor de las palabras.



Luis Llorente
Diciembre 2012

jueves, 13 de diciembre de 2012

LLEGA EL INVIERNO... / EN UN ESPEJO...





LLEGA EL INVIERNO...

                         Detrás sin fe campa la nada,
                         el desperdicio inmenso de los páramos.
                                                        Carlos Ortega

Llega el invierno y reduce
todo a la ceniza. No hay lugares
que reflejen la nostalgia:
deformar los gestos en un último vuelo
como la curvatura de la noche.
Traer el agua y llevarse la muerte, los días
que acabando repiten la condena.
Abrir la puerta, entrar en casa,
imaginar la duda y los cambios de este viaje,
atreverse a asomarse a la ventana.
Perseguir el signo
que es el daño a la intemperie,
reconocer los espejos de la vida,
el silencio del pájaro, los recintos
inmensos de la sombra,
la electricidad de la piel
porque en todo cuerpo hay otro cuerpo.
Conocer el límite de la belleza:
hay un tiempo anterior a los crepúsculos.
Pintar la calle con un gesto
que el tiempo ha definido,
encontrar las luces en la niebla.




EN UN ESPEJO....

En un espejo sin fondo
te has mirado y has sentido
la memoria urbana de la nieve.
Todas las huellas que dejaste
ardiendo tras de ti, los nocturnos
paisajes en la duermevela de la luz
(la luna es animal de fondo,
disparo del tiempo
que huye),
                 los telones del mundo
y los vértices del día, inalterable
silueta en las horas
más altas del frío;
todas las huellas
que dejaste tras de ti,
                                y con el nombre del mar
te he amado y te he besado
en el silencio de esta orilla.



L.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

EL FANTASMA


Voy paseando a mi perro y estoy muerto.
Soy un fantasma
que ha venido de la muerte.
La ciudad es un reflejo de la nada,
mi voz está encerrada y hace frío,
la nieve está cambiando en cada esquina,
diciembre es un mes muy peligroso,
la tibieza juguetea
en los recintos,
                         y los días son un hilo
tan frágil
que se puede romper aquí mismo,
en este paso equivocado o en esta vieja sombra.

Luz. El perro y su correa. El parque.
El café en el bar de siempre. Aquella farola
todavía velada por la lluvia. La ventana sin regreso.
Los ojos del suicida. El ruido de ese coche. Las plumas
del gorrión que dónde ha estado
antes de que lo dejara de mirar.
El golpe de una puerta, los laberintos del frío.
Deja que brille el mundo y poco a poco
te irá rompiendo la memoria. He sido ese
que ya no es, que ya no está,
que ya no sirve para nada.

Palabras vacías
que el canto arrastra
hacia otra luz.
Crear una frontera y otra forma
de estar contigo, poesía, extraño mapa
invicto, pues no apaga
lo vencido. Juntar rostros
de mujeres que no extinguen la belleza:
la definen y la alargan
en este sueño de psiquiatra.
Cómo no volver por la misma muerte,
cómo apaciguar este incendio de metáforas.
Tengo un euro veinte en el bolsillo:
tomar una cerveza,
pintar otro paisaje. No sé qué ocurre
ni qué es esta tristeza; sólo he venido de la muerte
paseando con mi perro, quebrando el tenso
tiro de la luz, los cables del olvido,
las calles del corazón
que va dictando a la intemperie
como un fantasma
del que nadie puede huir.

martes, 18 de septiembre de 2012

EL MUERTO



Eso que está delante de sus ojos
es un espejo.
Como sabe, es un lugar para la muerte.
Repita los signos de su historia: allí
hay volúmenes precisos,
formas vanas
que su mente dejó sin descendencia,
como un poema sin terminar. Observe
que hay un ruido que le separa de la luz,
y nace un sueño en la órbita del mundo,
lejana y sublime, sagrada y necesaria,
como esto que está sucediendo
en su memoria: no se fíe del lenguaje
si pretende sonreír.
Eso que está delante de sus ojos
es un espejo. Como sabe,
es un lugar para la muerte.
Esa líquida ciudad
donde todo pasa como una súbita mentira.
Ese oído que se quedó colgando del deseo.
Mírese, y observe
los años robados a la niebla,
la cicatriz de todo lo insepulto:
el tiempo no perdona a la venganza.


Luis Llorente

18-9-2012

viernes, 22 de junio de 2012

MIRAR EL HUMO, LA MEMORIA...


Mirar el humo, la memoria
en los nocturnos dibujados bosques,
acariciar el grito que persigue
una tempestad más alta;
alzado sobre ruinas
comprender los ojos que comienzan,
encerrar el minuto en los eclipses,
resbalar en la sombra de la muerte,
robar el fuego en la ceniza,
exprimir el latido de lo oculto,
convertir las nubes en banderas
y los frutos en señales habitadas,
atravesar el muro de la vida,
descifrar el paisaje en el desierto,
borrar el agua de la lluvia,
ultimar el sonido de esa calle,
proclamarse en laberintos de tristeza,
vomitar un tango entre el mar y la tormenta,
iniciar el hechizo de la tarde,
colgar el corazón en el árbol invisible de la aurora,
salir de tu cuerpo y entrar en otro cuerpo,
apagar las velas de la tierra,
bailar sobre el rastro del poniente,
los despojos de la luz y la distancia—,
desdibujar el mapa, la brújula y el viento,
morder la primavera en los espejos,
quitar la semilla de todas las preguntas,
cantar en la noche de los dioses,
conceder la alegría a los fantasmas,
enfrentarse a los caballos del tiempo,
habitar los palacios de la niebla,
descender del águila y del agua,
alejarse por encima de nosotros,
comprobar la piel en el tacto de la nieve,
amar entre el sueño y el regreso,
profanar el cuerpo de la virgen,
destruir el templo en otro templo,
hundir los barcos de la sangre,
mirarte sobre el día y la ceniza,

escribir el poema.
 
 Luis Llorente (marzo 2012)


 



martes, 12 de junio de 2012

Y AHORA COMPRENDES EL SONIDO...

                        Yo tenía una libélula en el corazón como otros tienen una patria
                        a la que adulan con la semilla de los ojos.
                                                                                              Juan Carlos Mestre


Y ahora comprendes el sonido
de esta luz que llega tarde y sin abismo,
proclamada y única, inefable y triste
como un tumulto de voces al fondo de la noche,
como el secreto nocturno del incesante oleaje,
como las llamas amarillas de la historia
y su oculta libertad. Tienes un pájaro
ardiendo en los labios, posado
como un eclipse sin memoria, donde sucede
toda la lluvia a la alegría, y la distancia de los ojos a la muerte
y el tiro frágil de la luz y el pulso cierto
de todo lo que se reúne
tan nuestro, tan agarrándose a la vida
cuando sólo escribes un verso
como una rama rota que no sabe
separarse de los sueños: partido en dos el barco
ya no llega, y llega hasta el fondo de la lluvia, y entonces amas
ese lugar que nunca existió
y que siempre se recuerda como un reloj en medio de la nada.
Y entonces oyes
el viento sobre el álamo,
la música de un incendio ya extinguido,
el ruido de la ciudad y el aullido de los perros a lo lejos,
repitiendo las figuras de la muerte, como un parpadeo que nadie
hubiera visto
si no estuvieras aquí, en este recinto de la sombra,
enamorado y huyendo, como arcano indescifrable
o como párpado sin reino: cerrar los ojos y ver
esa escala secreta
como agua ante el durmiente, como impulso de la voz,
de los olvidos que siguen y se pierden al fondo
y dejan de nombrarte.


© Luis Llorente

lunes, 14 de mayo de 2012

ELLA



Toda la luz del tiempo permanece
y en su torre total el medio día.
                               Pablo Neruda

Ella sobrevoló como un tumulto
y tiempo al fondo lejos yéndose
como la tabla recta de la muerte
un minuto voraz en los volcanes

los disecados perros que anunciaban
el regreso las nubes sol al fondo
de esta primavera lejos yéndose
y todas las agujas que suenan

no hay nadie no hay nadie
que habite el sepulcro
donde todo yo muere
donde toda tú

te elevas
y sientes el peso de la sombra
los párpados cayendo
los bosques que arden

tan sin nunca se encuentran

Ella sobrevoló las voces del deseo
los días acabados huracanes de luz
metralla antigua quién recuerda
los motores del mundo enaltecido

los ruidos y las piedras
los ríos de marzo fluyendo hasta la luz
hasta el viento de junio
hasta la sequedad cautiva de septiembre

quién recuerda la hora
toda tú permaneces callada aquí
en la garganta estrecha de la vida
y sólo del amor queda el veneno

la piel el tacto del humo las telas
las lámparas encendidas en la noche de nadie
los latidos que se adentran en lo oculto
no nadie escucha tan sin sol sobre la sombra

el fuego en las pupilas los labios dicen siempre
los ojos dicen tú
el viento dice nadie
y nadie está con el agua que origina el día

como todo
loquenopuedodecir

al fondo siempre del mundo
y su estrecho silencio como entero cauce

donde
cada segundo
nombra
una
lenta
despedida

martes, 8 de mayo de 2012

LA MISTERIOSA


Ella un día
veloz cruzó la niebla.
(Frágil, tímida, hermosamente discreta).

Sin darse cuenta, dos cuerpos se acercaban.

(Yo miraba secretamente
como una sombra en la sombra).

La noche, los días extraños, el sueño,
los largos pasillos del alba,
las ruinas de una ciudad inventada.

Hace tiempo escribí un poema
para encerrarla en la memoria.

Pero todo es un vacío,
un signo frágil de lo ausente.

No he podido reinventar su rostro.

Su voz, las huellas como un pájaro
que se acerca a un hueso junto a un muro,
picoteando pan bajo la lluvia.

Como el árbol en la llama, como las tumbas en la noche.

Los restos del deseo, todo eso que llamamos amor
y sólo es el olvido.

El humo de los días: las horas que pasan sin saberse
y dejan siempre una pregunta.

El silencio. La luz velada y tenue. Este rumor.

(Dónde estará ahora, en qué perdido laberinto).

Necesito verla.

viernes, 4 de mayo de 2012

Lo que arde en las palabras...



Lo que arde en las palabras.
Lo que se encuentra tras las grietas de la lluvia,
donde exhalamos el humo
y el latido de la tierra mojada.
Lo que sucede a los ponientes:
estalla ese beso como raíz o fuego,
en una sequedad más alta,
noche cierta y delgada música
en los jardines que destellan por tu nombre.
Sólo los labios al tiempo,
la destrucción del límite.
Abrazamos lo total, extendemos
la sombra por el aire: aquí la vida
pesa menos, y estamos atados
al regreso del eclipse. Pulsar la voz
en el desierto, encender la llama,
lo que ávidamente se rebela,
lo que canta en el cuerpo de la tierra,
la tempestad borrosa de la nada.
Decirte que el amor es este sonido
que se alarga sobre el día.
Que mi tiempo es tu tiempo,
y todo quedará algún día
escondido bajo la nieve.
Lo que dibuja el corazón del perro,
el vuelo del águila, la mirada del reptil.
El rumor del viento sobre el sauce,
los lugares abatidos, la memoria
de todo lo que al fin la muerte
recoge en su regazo. El tiempo
bajo el tiempo, la sangre del mundo,
el silencio,
los golpes del dios que nunca duerme.
Lo que decimos por encima de las nubes,
alterando la vida y la distancia.
La secreta ceremonia. Lo que se define
más lejos, más alto, más allá
del territorio de la luz. Lo que nunca
estará vencido, y secretamente corre
la cortina, y enseña las lámparas del beso.
Lo que se pronuncia en silencio, en voz baja,
acariciando la semilla del árbol,
la raíz antigua de la noche.
Lo que está latiendo sin latido.
Lo que traza la línea de la muerte.
Lo que mide la distancia entre un labio
y la estación del sol. (Las hojas muertas,
la vigilia, la ciudad que duerme
en el otoño). La sal de los bosques, la piedra antigua,
el páramo que el duende no conoce.
Lo que profana los pianos, la amarilla y dormida luna,
las sonatas del insomnio, las ventanas aniquiladas
por los vértices del sueño.
Lo que enteramente vive
y deja descendencia. (Pronunciar tu nombre,
abrir una puerta en la memoria,
amarte en un rincón del laberinto).
Lo que nos define sin nosotros,
lo que somos sin el ser.
(Las tardes de junio, los frutos en silencio).

Lo que devora el fuego, y primero es luz.
Lo que siempre es siempre todavía.



Luis Llorente
4 de mayo de 2012


miércoles, 2 de mayo de 2012

LA FURIA



El signo del día. No digas ese cuerpo. Hay un lugar que existe
detrás del olvido, de todo lo que sigue por el mar
como las líneas ocultas de una tarde borrada. Los ojos
que caen y los soles
que empiezan. Hay un perro aquí: los vientres insepultos, las cenizas acabándose.
Lejos el umbral de la memoria. Mantén la noche cerrada, los pasos
que se reflejan en la sangre, el latido del dios que vence
al eclipse de la lluvia. Cuidado con el día. Aquí hay un vasto reino.
Es domino de la voz y semilla en la palabra. Cuidado con el día. Aquí
tus ojos se posan en mi frente. Mis labios duermen y a veces sucede
un sueño impuro que entra al centro. Pienso en tu nombre. Los días borrándose
y todo queda
más al fondo de la noche, el ruido estepario, los canales de la luz, todos los signos
que nunca se equivocan. Yo te amo. Cuidado con el día.
La marea rompe, los refugios se destruyen. Alerta, alerta. Cuidado con el día.

Cuidado, que estallan las lámparas del beso
y aún estamos muertos. Cuidado, que no habrá memoria
detrás del humo. Cuidado con los lentos pulmones de la luna. Cuidado
con la noche, cuidado con el olor del mundo, 
con el rostro abandonado y las huellas de los siglos.
Cuidado con todo lo que nace.
Cuidado, que esto es un desierto más allá de todo.
Cuidado, que yo te amo
y la noche es negra y larga.

lunes, 30 de abril de 2012

COMIENZO A VER LA NOCHE


                       el subir verdadero del subir
                                                 J. R. Jiménez


Comienzo a ver la noche,
sus pasos orillados,
sus minutos descompuestos
al vacío de lo mismo,
en el aire,
hacia el signo del fuego.

Sigo la línea marcada
por los ojos cerrados,
el pulso entreabierto como un grifo celeste.
Como abrir el alma al paraíso.
Como tejer lo que se va,
lo que se está yendo
en este instante.

Comienzo a ver la noche y queda
un minuto de sol sobre la tierra.
Comienzo a ver lo que invisible nace
sobre el mundo, sobre este recinto
de la sombra. Lo que empieza como un ángel
y es oscuro, y nos da la lluvia y las palabras.

Lo que tanto ruido no podrá decir.
Lo que siempre nace.
Lo que nunca encenderá la muerte.

No habrá otro día.
No habrá otra noche para Dios.

miércoles, 25 de abril de 2012

OFICIO DE INOCENCIA



Tenemos otros ojos
cuando ha pasado el tiempo
y nuestra sombra es diferente, otro pulso
a la deriva de lo nuestro, una identidad
que va mudando, como todo lo que huye
sin saberse. Ahora abril tiende sus puentes
vacíos, sus ramas separadas por el sueño,
y las horas se desnudan en la luz de los lugares
que se ocultan, y yo estoy más limpio
y puro y seguro de mí mismo,
porque sé que habré acertado en mi respuesta,
porque sé que hay un engaño
en todo laberinto, en todo espejo de la vida,
oblicuo y convexo. Y siempre el odio
bajo el humo, las personas que sólo creen
en la mentira, lo que se disfraza como sol
y sólo es vacío. Pero uno sabe
dónde está su luz, dónde su pureza,
dónde la inocencia
siempre poderosa como un astro
sobre el muro del odio,
como una llama al fondo de la noche.

Y mi fuego basta.

jueves, 19 de abril de 2012

EL NIÑO



El niño está ahí. Coge sus juguetes,
no teme al tiempo ni al olvido,
inventa nubes y ciudades,
dibuja con sus manos los segundos.
El niño observa con cuidado, acaricia
la aurora y el eclipse,
la soledad del día ido.
Y el camino es esta muerte sin remedio,
pero él lo desconoce.
Fuera —en el jardín— hay un árbol.
(Se asoma lento a la ventana).
Es un silencio de siglos,
un lugar al fondo de la infancia.
Con su vida y con su luz pinta el paisaje,
encierra el mundo en este cuarto,
reduce todo a la alegría.

El niño mira
su tiempo en el espejo. Comienza a ver la muerte.
Siente los pasos del vacío, la ausencia de todo paraíso,
la soledad de sus juguetes. Se ha quitado la venda
en este instante: está viendo la vida.
(El mundo suena, los meses pasan, la gente muere).

Un día recuerda
dónde estuvo todo aquello,
dónde se quedaron esos mundos,
esos lugares tan sin muerte, ese perfil azulado
de las cosas. Las estrellas se habían roto.
El paisaje era una máscara
arrancada con desidia. Su cuarto era otra cosa:
una ciudad bajo la nieve,
un viaje constante y con insomnio,
un reducto de ceniza. Sólo juguetes bajo el polvo,
juguetes y distancia y un muro infranqueable
hacia ese antiguo reino, detrás del olvido.

El niño ya no es niño.

Sus libros, sus amigos, su familia,
su larga y tormentosa adolescencia.
La soledad a la deriva,
el viento a la deriva,
el mundo a la deriva.

El niño ya no es niño. Ahora cruza un bosque
y desconfía de los sueños. Ahora
ya no hay cielo ni casa ni pájaros ni tiempo.
La muerte se apodera de sus límites.
Es una extraña cicatriz, como un viaje submarino.

Su conciencia ya no tiene paraísos,
ni se fía de los dioses,
y las cosas siempre esconden una trampa.

Ahora llueve y el mundo es una jaula,
una tumba de donde nadie puede salir.

El niño ya es un hombre.
El niño ha muerto.


© Luis Llorente

martes, 27 de marzo de 2012

EL SILENCIO DEPARA LA COSTUMBRE

El silencio depara la costumbre
Contrariar el acto de la primavera
las flores los frutos las palomas
las huellas de una historia que borró la noche
la mano sagrada
sobre el vientre incendiado del sepulcro
la luz de las colinas
cayendo sobre el puente
el río que devora los instantes
la lluvia del lugar los húmedos tentáculos
el desierto que quedó
más allá de la ceniza
resbalando en los abismos
proclamando lo único
por encima de nosotros
la antigüedad de tu nombre
allí donde el viento dice muerte
allí donde estallan los dioses
allí donde el cuerpo es un naufragio
la línea
el origen
el canto
lo que habitas en nombre del deseo
lo que queda del día cuando nace una tormenta



Luis Llorente, La semilla iluminada

miércoles, 8 de febrero de 2012

UNA CIUDAD


Ciudad que vuelve
nombrada por espejos.
Ciudad cambiante, ciudad de olvido, ciudad de frío.
Ciudad de luz en los minutos de invierno.
Ciudad donde las nubes se alejan
dibujando la historia
de un corazón sumergido
que tropieza en cada piedra.
Las tardes
tan fugaces. Esta vigilia
sin comienzo. La memoria lo recorre con la última
sílaba del instante. Aquí sólo una calle
y al fondo la alegría de la lluvia,
el suicidio del agua y su poema. Pesar la luz
en cada paso, medir el pulso del regreso
con distinta muerte,
con los ojos que pintan el paisaje
y devoran la belleza cada día.
El hechizo de una mano
que roba el sueño en cada cuerpo,
el límite que configura
otro silencio, otra luz
bajo la sombra en la batalla
contra el llanto y contra el tiempo.
Ciudad de gesto duro,
ciudad solemne y delicada,
ciudad de los delirios de grandeza.
Ciudad de ojos alargándose hacia nadie,
ciudad de noche y de fantasmas,
ciudad donde vine a equivocarme.

L.

miércoles, 11 de enero de 2012

metapoemas

DETRÁS DE ESA PUERTA...

la palabra, ese cuerpo hacia todo
                              Roberto Juarroz

Detrás de esa puerta está la vida.
Es un hilo de ojos
saliendo del sueño, armado como un pájaro
que desconfía de la noche. Allí hay siempre
una pregunta, y todo empieza a deshacerse,
como el temblor de un día que se alarga
amarillamente en el verano. La luz tras cristales
o la lluvia y el beso
de este fuego: secreto ardor, comienzo de mí,
alegría tras la puerta. Amar este lugar
tan sin tiempo, esta infancia que se olvida de nosotros
ahora que el día es diferente. No tengas prisa
por salir. El poema empieza en la palabra
que nunca has esperado. El poema es un relámpago.
Y la vida en el poema es una puerta.
Ellos miran. (Ellos, los fantasmas):

miran la puerta e imaginan que es una ventana

y así el poeta repite la historia
con su voz.



LA IRREALIDAD DE LA PALABRA

Déjalo que te hable
      Sonia Betancort

¿Quién persigue la ceniza del poema?
¿Quién mira? ¿Quién oye el pulso de la voz?
Es un gesto que repito en cada verso,
hilando los días y la noche.
Es un pliegue ante al abismo,
una semilla iluminada,
un cadáver donde nace otro cadáver.
Una huella en el silencio que se pudre.
Las palabras tiemblan. Se apagan también.
Iluminan la voz en el desierto.
El poema avanza; el fuego no sabe qué decir.
A veces espera, y la espera se convierte
en un sueño de agua. Se deshace en la mentira.
Es principio y objetivo.

Aquí comienza la palabra;
deja que te hable el poema
y encontrarás un paisaje diferente.
Un lugar que no existe. Un sentido
contrario a lo que somos.
La memoria, el número, el final de cada noche.
Siempre finges lo que escribes.
Lo irreal se define en cada paso.
El paso de la luz sobre tus ojos.
                                                      Y en tu mirada
destilas el paisaje.
Descifras la muerte. Inventas un olvido.

Porque en esa inexistencia está el poema.


Luis Llorente

martes, 10 de enero de 2012

ESCUCHANDO A ANDY STOTT

Escucho los ruidos
del pájaro que abre la boca hacia otro pájaro
y encuentra
otra voz en la ceniza.
Sobre tus manos de mercurio hay un día desterrado.
Aquí sólo el tiempo
intenta definirte. Corre mientras llegas
al lugar secreto. Corres llegando
y el amor se ha ido. Intentas
definirte por encima de la sombra,
descubrir la luz
que en el agua se comunica con más luz.

Sobre tus manos de mercurio hay un día desterrado.

Escucho los ruidos
que nacieron del silencio,
los bucles donde se desata la espesura.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
El amor ya se ha ido, y sólo puede
extenderse como un cuchillo de agua
entre la música que se extiende. Sólo vienes
y el temblor está
sumergido en lo irreal, y tanta punzante
luz en las líneas del día que se pierde,
y sólo encuentras
la soledad del gato,
la hormiga que amanece junto a nadie,
el tiempo de las sílabas rotas.

Tu voz en la ceniza.
El día desterrado.


10-1-2012 



http://www.youtube.com/watch?v=zAVTnDpobms&feature=related

domingo, 1 de enero de 2012

LECCIONES DEL RELÁMPAGO

1-1-2012

La herida el párpado que cae
oscuro se detiene
y la válvula del aire cuelga sobre las calles de enero
y el frío deja su lenta mansedumbre a la deriva
Nadie está nadie entra
Sólo escucho la sed y el nombre del olvido
El refugio la mecánica la invasión de tanta música

Nadie está Nadie sabe Nadie entra
en los ojos de la sangre

Sobre la boca del mundo el violín de la alegría
y tú infinita mirando las especies de mi noche

Te amo con los dientes del silencio
Me amas con la muerte de los tigres



1-1-2012

La lección del relámpago
Light my fire
Light my fire
Light my fire

No me dejes con la boca
cayendo de la luz
abriendo el fuego
Encender el abismo Proclamar el vértigo
todo lo renovado desaparece
la memoria destruida
allí donde no había secretos
pájaros

y siempre
mirar las alas ensangrentadas
del tiempo y su frío
cadáver

No me dejes con la boca
cayendo de la luz
noche o fuego o tiempo

No me dejes caer en la tentación
de entrar hasta el fondo de tu cuerpo
y decirte que el amor era la noche
cerrada como un párpado



1-1-2012

El poema
estéril, el reloj
ardiente
de la tarde muerta. Sigue
el paso de la luz

y sigue y sigue la sangre
y muere y muere la memoria
y dice al alba el escrúpulo
del viento que no cesa
sobre
tus manos
agrietadas y los ojos de nadie
que se va
y se fue
y se ha ido
y entonces perseguir el faro del silencio
como húmeda y profética
venganza, y no digas que esto es un verso
sino un brazo que arde.



1-1-2012

Hay un niño en ese cuadro.
Hay un perro.
Hay un árbol.
Hay un pájaro.
Y la carne, la raíz, el manto
destruido de la noche. (Ese jardín,
la niebla de la infancia).

Y cómo esta mirada
hacia el lugar
inaccesible. Lo secreto,
lo de nadie,
lo que se tiende sobre mí.



1-1-2012

Este es el poema de la muerte:
hay un gato
con los ojos vacíos.

Esta es la entrega de la luz.

Lo efímero aparece. Se alarga. Nos engaña.

Y todas las presencias olvidadas
–destruidas por el bosque de la vida–
y en qué antiguo laberinto está la noche
y su puente al alba de cristal.

Hay una casa vacía.
Tierra de nadie.
No eres. Soy
tu espejo.


Luis Llorente, Lecciones del relámpago