lunes, 4 de octubre de 2010

AHORA VEO CLARO

Mi vida ya no cuenta su fábula y su origen:
la llama de dos alas encerrada en mi pecho,
la inocencia insultante, la confianza alocada,
el amor, la protesta, la libertad del aire
respirando en la anchura porque sí, sanamente,
la irrupción en el día con escándalo y gloria
como el rayo de veras pasa el cristal rompiendo,
manchando, alborotando, con luz de arista hiriendo.
Mi vida ya no canta su santa violencia,
su hermosa rebeldía pura y provocativa,
la pequeña tormenta central constituida
por un ave que vuela saliéndose de madre.

Mi vida ya no cuenta. La muerte me contempla
con sus ojos tranquilos. Si trato de explicarme,
sigue quieta y mirando, sin bien ni mal, remota.
Si lloro y, exaltado, me levanto hasta el canto,
aún me comprende menos, aún brilla más absorta.
Estoy en el instante que todo lo concentra.
Yo mismo me forjé mi destino. No vino
desde fuera mandando. Yo, sin querer, lo quise,
y llegué a lo que soy, necesario, aunque libre.
No cabe arrepentirse. Aquí estoy para siempre
en la luz sin mirada que me fija en su pausa
pensando, aunque no sirve, y hablando todavía.

Mi vida ya no cuenta. Pero el amor me queda.
Y entre tantas desgracias, y entre tantos fracasos,
me siento así salvado, feliz, incorruptible,
juvenilmente puro como un perpetuo incendio.
No es un amor abstracto. Tiene un nombre y un rostro.
No es un dios. Eres tú. Y es lo que en mí pusiste,
y ahora sobre nosotros junta los dos contrarios:
normalmente exigida, felizmente resuelta;
los deseos salvados que ya no son deseos,
la belleza insinuada tras el velo nocturno
y en ella cuanto quise, gloriosamente absuelto.

Mi vida ya no cuenta. Quizás esté nombrando
la muerte cuando hablo de mis más altas dichas.
Quizás amor, belleza– tú seas el silencio.
Cuando cojo tu rostro pequeño entre mis manos
y quisiera que hablaras, mas sé que es imposible;
cuando asciende la noche, y tú y yo nos quedamos
cada vez más abajo, suavemente olvidados,
dime qué es lo que piensas, dime si cuando pierdes
tu nombre es cuando empiezas a anunciarte de veras.
Amor, ¡oh calla en mí! La vida ya no cuenta.
La muerte nos contempla de muy cerca: la muerte
quizá sea la noche que muestra su belleza.




                                                       Gabriel Celaya,
                                                       del libro Cien poemas de un amor (1971)

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