miércoles, 6 de octubre de 2010

LOS AMIGOS QUE SE FUERON Y NO VUELVEN

Los amigos que se fueron y no vuelven.
Las cortinas de la selva virgen.
Yo estoy aquí, anuncio mi paso
hacia la noche de batallas de hielo.
Yo camino
y el camino me camina entre los dedos,
y la casa está muerta, sola,
triste en el jabón de los silencios
y en los rostros destrozados de la vida.
Madrugada de noches y de luces,
de caminos que se anudan en tu vientre.
Y camino, yo camino, y solo, y tanta música.
Y pero ahora la niebla está presente
como muerto animal sobre la hierba.
Y las pompas de humo líquido
y el agua de las ruedas de las aves blancas.
Y yo te pongo en este muro,
te coloco en mis grifos oxidados
y te siento renacer desde la espera,
tú, la sola, la húmeda y naciente
en las gafas del ciego entre mis hombros muertos.

Y cuánta luz ha sido desterrada.
Y el pulso de la sangre ya no escucha,
y mi padre tiene puertas que le salen de la boca,
puertas antiguas similares a la niebla.
Y llueve. Está lloviendo
porque esto es una lágrima
y yo me pregunto si hay tambores más oscuros.
Si hay cigarras en mi cuerpo
y escarabajos aplastados, si soy de ti
y te miro con la antigua destemplanza,
y hay un árbol que se duerme entre los dioses,
y una bestia rezando en el silencio
de una antigua madrugada, y te pido
que me eches el aliento
para ver a los cadáveres del mundo,
y la sola plaza se llenaba de amapolas,
y me cortas un limón en la garganta,
y te corto la esperanza en las heridas de la niebla,
y parto en dos este desierto de copíhues,
hacia nadie, hacia nadie muriendo,
soy y estoy aquí
en la vértebra de vuestros años desterrados.
Mirad muriendo,
miradme ahora, casa muerta
y espejismos vegetales. En la aurora
yo os he visto y os he muerto.
En la aurora yo os he visto y os he muerto.
Y me quedan madrugadas
escondidas en los labios,
traspasadas, disecadas como un muro.
Y ese muro era un tumulto de raíces,
y mi dios imposible y faraónico
aullaba entre los círculos cansados.
Y yo te miro. Y yo te amo.

Y mi camisa está sucia y mis ojos sangrando.


                                                        Luis Llorente Benito, septiembre 2010

*este poema lo escribí en absoluto estado de ebriedad, no en el sentido alcohólico -que también- sino poseído por un no sé qué (mi pensamiento recitaba llorando mientras escribía). Espero que os emocione, amigos.

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