lunes, 24 de enero de 2011

TE AMO EN TARDES COMO ÉSTA



Te amo en tardes como ésta,
cuando nadie sabe
dónde queda el día
ni la memoria insomne de los ojos.

Un motor que crece en tus refugios,
un corazón apagado, tibio, distante.

Una mordedura. Fuego detenido,
mirada fría
en el desierto. En este inmenso desierto.

Un pinar
deshabitado, una noche ya irredenta,
y tu pulso que destruye los lugares,
y amanecen los perfiles de otra forma,
se dibuja su latido de plegarias.

La erosión de los altares de tu muerte.

Día encendido, aún tu bosque
fragmentado, aún la tarde persiguiendo
tu guarida múltiple. Y te miro,
y no entiendo por qué no me amas,
por qué te digo estas raíces con los ojos,
como cuerdas quemadas que salen de mi boca,
y no entiendes el vacío.

No lo entiendes. Es este dolor
que sale y que entra hacia las costillas rotas de la luz.
Y el tiempo es fiambre, o estatua viva.
O labio muerto, lugar deshabitado, o fantasmas en las alas de los buitres.
Oculto cadáver que te nombra.
No entiendes el vacío de estar
ausente –y es un túnel
en tu cuerpo– donde amo
la encendida tristeza que te huye.
Tu rostro de gaviota, o asustado barco
frío y frágil, donde ya no queda nada
ni somos los mismos náufragos de entonces,
las mismas olas en tu tregua ardiente,
tu antigua, inesperada música
que regresa del exilio,
horizonte que vuelve con las manos limpias,
con todos sus eclipses desolados,
y se sienta entre nosotros, y está siendo
tan antiguo como el mar, y empieza
a morirse con nosotros, y suplica por amor
entre las luces de la vida. Y el deseo
se extiende hasta tu cuerpo
y alcanza tus piernas
húmedas como la boca de un extraño pez.
Y entra el cuchillo como raíces hacia dentro.
Y hueles a sexo. Y poseo
tu límite y tu entrega, porque empiezas a amarme
al ver cuánto te amo. Y los tejidos del sol,
preguntas al refugio de tu hundido
rayo, o crepúsculo que cesa
cuando una vela rompe el agua.
Y estamos aquí, entregados y olvidados.
El cuerpo es alma.
Aquí, silencio,
nada, entrega total y suma de latidos
y el éxtasis del roce inacabado.

Aquí, silencio. Estás. Eres cuerpo.
(Silencio). Algo muere lejos… Y eres cuerpo.
Eres diosa en el deseo. Somos incendiado bosque
hacia el último minuto del invierno.
                                                    Y la noche
es un cristal que se recorre con el vientre,
y te cortas y sangras, y entregas tus fluidos
al durmiente. El insomnio es ésto.
Y la herida esta piel que se desliza.
Amarte es morir.
Las alas de tu vientre, la música del sol.
O la luna oronda que aumenta los perfiles de la ciudad.
Y la dibujas. Tú la dibujas con tus ojos. Es ceremonia
de lienzos agrietados, excavación del sueño inerte,
respiración profunda, navaja del amor

en la vida que pisas al mirarme.


L.LL.
24-1-2011

2 comentarios:

  1. Luis, cada vez escribes mejor. Creo que algún día tendrás que dedicarme un poema!

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