jueves, 6 de enero de 2011

Metapoesía barata...


Hablaré
de algo. La poesía
sirve para decir,
pero no siempre dice.

A veces los lugares
reconocen al insomne,
al vigilante y al farero
(ese que está
mirando constante-
mente), y los barcos parten
sin decir
apenas nada. Como un poema.
Un poema dice casi nada.
Usted se está imaginando
lo que hay allí. Ahora, quizá,
siente que el tiempo existe.
Ahora. Es ahora cuando mira en el desierto.
Un minuto de madera o mármol, en la casa de los jueves.
Un minuto los domingos
o los lunes con templanza.

Y cae la voz como un milagro.
Al final escribo,
caigo en las redes,
me tienden una trampa.

¿Y quién? ¿El lenguaje?
Cuántas plantas quiere para su boca,
para su cuello desgastado.
Es horrible pensar
en lo mucho que nos falta.
Y la memoria lo desconcierta
hacia el regreso del silencio.
Palabras, tacto, fluido,
intercambio. ¿Y ustedes ven un río
si digo río? Hasta dónde un poema
dice lo que dice.
Olviden mi nombre –esto no es un poema–
que incluiré en el libro Nunca.
Una computadora, un programa,
un documento de texto,
o si prefieren, papel y lágrimas,
y tinta encendida.
El corazón aquí en un puño, como una casa.
El lenguaje, como un anciano solitario.
El poema, como el sonido que producen tus ojos
cuando empiezan el día.


Escrito el 6-1-2011




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