martes, 11 de enero de 2011

CAMINÓ...

Caminó
por el día blanco y largo.
Empezó el día
como página virgen,
hundido en el tiempo,
subterráneo, sumergido.
Caminaba por la calle
bajo la indefensión y bajo el tedio,
pero sabía que este año
sería algo mejor que el anterior.
Habitó una casa renovada,
miró la nieve, vaciló a los espejos
del crepúsculo, las tardes de luz tenue,
la lluvia densa y breve, los latidos de su corazón
bajo las nubes cuando se alimentan de la tierra.
Y era así. Sabía, no sabía,
veía otras cosas, detalles
en los que nunca antes se había fijado:
en las puertas, en las escaleras, en los platos,
en los vasos de aceite, en la lenta humedad de las calles,
en los ajos que cuelgan en algunas tabernas, en los grifos
mal cerrados (goteando agua para nadie),
en las gafas de los ciegos, en el bastón de los ancianos,
en las bicicletas de los niños, en las columnas de la Facultad,
veía cosas en definitiva:
empezó a inventar un mundo que giraba hacia otro lado,
buscaba un año diferente
como una estación que sorprende en la memoria,

quería cambiar de rostro
por una temporada.


Escrito el 11 de enero de 2011

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