viernes, 7 de enero de 2011

SI AHORA DIJERA...

Si ahora dijera
un rostro,
la cabeza de una colina,
la estepa morada de la tarde,
el mágico ascenso de los cuerpos
como luces perseguidas por un buitre.

Las nubes de una ciudad,
las ramas del invierno
sobre la tierra enmascarada
bajo lluvia. La consagración
de las especies en el agua.
Aquel río al fondo,
su música incierta,
el destello de palomas mensajeras
que vuelan en direcciones inéditas,
y sabiamente esconden
el aliento de los dioses de enero,
y las agujas invisibles, punzantes cuchillos de luz,
navajas del sol hacia los bosques
hondos. Quién es el hombre
que alimenta sus pasos,
pregunta por el día
y su camino es un olvido. Quién teme
a la muerte
cuando sobre los últimos árboles
resuenan las sonrisas de la espera.
Quién encuentra las manos de bronce sobre el tiempo,
bajo su cáscara ardiente. Quién ha venido
a la casa familiar, y pisa su vida
sobre la tierra, y tiene su cosecha dispuesta
para un vino duradero, y conoce ya
su muerte, y sabe que la tarde es un lugar que se apaga
lentamente, y sabe que las uvas son los dones
de la luz huracanada: manantial de sangre cierta,
el que sabe que es honrado con los hombres,
el que mira la inocencia y devuelve su voz a los espejos,
el que pone ojos de agua en el amor,
como líquida forma,
como fuego de la vida.

Quién ha preguntado a un niño
su edad antigua mientras llueve.


Escrito el 5 de enero de 2011

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