jueves, 6 de enero de 2011

Allí la tarde...

Allí la tarde
se quedó danzando,

y la danza no era música:
sólo el latido de los
juncos,
juncos juntos junto al río.

Y no estabas. Pero te veía.

Escribí un verso muy sencillo.

Después vinieron los ruidos
lejanos como un fondo de cruces de niebla,
y aparecieron tus labios
mojados como carne en el regreso,
y empezaste a estar.

Y al final de tu camino
quisiste conseguirme.

Pero el beso era un sueño
del tamaño de una rosa
cruzando un álamo en el aire.

Flotaba el polen.

Era verano, y otoño, e invierno.
Y los tres a la vez
empezaron a chupar la sinfonía de las frutas antiguas.


 6-1-2011

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