martes, 11 de enero de 2011

LAS COSAS SE VAN

Las cosas se van.
No están aquí. A veces las vuelvo a ver
y en la escollera el viento dibuja la muerte.
El viento lentamente me acaricia.
Nos acaricia. Yo subí a aquel barco
mientras la ciudad al fondo devoraba al día.
O el día devoraba a la ciudad.

Ya no estamos
los de entonces, acabados y afligidos
como en una sombra errante,
perseguidos como un muro por la hiedra,
clavados en el suelo del silencio,
y sin destino sabemos que este momento es una gota de la vida,
una pátina de irrealidad e independencia sobre el cuerpo:
tenemos alma ahora, cruzamos el sueño
hacia otros barcos en la niebla.

Ya no es verano. El invierno viene
con los dientes preparados, ilumina casas y jardines,
tejados, patios, balcones, huertos. Los ventanales
sirven para buscar la vida. Entra la luz
y veo el rostro de un extraño dios. No sé quién es,
ni de quién es esta suerte.

Ya no estamos los de entonces,
desolados y afligidos,
acabados y afligidos.
Terminamos junto al mar como una muerte
y la tarde dice dónde empieza el sol.


11-1-2011
Probablemente para Geografía de lo ausente

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