lunes, 15 de noviembre de 2010

HACIA OTRO SOL MÁS DURADERO

Por qué mirarte
es este pasadizo a oscuras.
Las moscas inventan mi saliva
y se esconden tras tu vientre.
Puedo escribir los versos más alegres esta noche.
Escribir, por ejemplo, que la ciudad está estrellada
y tiritan, azules, las damas a lo lejos.
Escribir que odio a todas las palabras
que salen de mi boca
con la sinceridad torcida en la garganta,
escribir que hay un dibujo en la tarde
de tus ojos antiguos
que sé que siempre me han amado.

Cuántas guerras con el tiempo
y los árboles del lugar frío
para encontrar tu cuerpo
liberado de la lluvia,
la rosa de tu sexo
amándome sin tregua, amándome
con la necesidad
de estar conmigo,
amándome con las persianas
bajo el techo del mundo,
bajo el peso del mundo,
bajo las cortinas sucias del olvido
en este atardecer sin regreso a los hospicios, mi sangre lenta
para ti siempre sabida,
mi luz reconocida por tu cuerpo, el peso del silencio
y la fotografía del instante
a cada instante que pasa
sin saberlo,
y la habitación donde celebramos la mirada en sepia
a cuantas calles nos han brindado su belleza
en estos años de olvido y de oleaje,
la inmensidad del cuerpo
penetrado con los labios
húmedos
que aman la sordera del paisaje, su canto, su lascivia,
la inmensidad del grito
que empieza en esta sombra,
tu cuerpo meciéndose con el silencio
espléndidamente urbano,
este cielo,
este estruendo en la rutina de mirarte
como un latido que se aleja
hacia otros árboles antiguos,

este pacto con tu nombre
y las marchitas hojas de la muerte,
la muerte de los pájaros
que nos cruzan en el parque,
que se cruzan contigo
y nunca vuelven
hacia otro sol más duradero.


Luis Llorente Benito, mayo 2010

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