domingo, 17 de abril de 2011

VÉANLO...


Todos los años a esta hora tengo una sensación
de dolor, como de tomillo e higos secos.
                                                                         JOHN ASHBERY
                                                            traducido por Daniel Aguirre

Véanlo: es la ciudad
donde siempre sucede lo mismo.

(la casa
salir deprisa

llegas tarde
y dónde se va la cita y hacia muy lejos
parece
            que comienza
el pulso distinguido de una sombra)

Véanlo: un hombre con alcuza
yo no sé qué es más gris…
si el acero frío de sus ojos,
si la distancia que acelera la costumbre,
si el paisaje desolado de su alma. –No pienses nunca en la muerte,
amigo, no es el momento
de hacer cuentas. Incongruente,
el azul nos encontrará, y el sol.

(llegas tarde
no importa dónde estás no importa que se quede todo
flotando en el vacío)

El rostro del tiempo esta mañana
estaba aquí. La casa de fiebre y de insectos
o la casa de libros y de ojos. (Siempre hay dos:
definitivamente el mundo es platónico).
Los poemas, las miradas saliendo hacia la tarde mientras huele el día.
Comer despacio con un vino, saludar al fantasma
que se sienta al lado, hablar con mi padre
de la muerte. –“Morimos por el mero hecho de haber nacido”,
bromea haciéndose el filósofo barato.
–“No digas esas cosas, Luis”, responde mi madre con cierta venganza.

Y pienso en todo esto
mientras camino por la tarde de la ciudad,
mientras la cita se alarga indebidamente
porque debo ver a alguien
que conozco cuando empieza a irse.

Cuando regreso a casa, cierro la puerta
y me miro al espejo, y queda bien cerrado
todo lo que he vivido hasta entonces,
es cuando comienza la memoria.

Sucede siempre así.

Véanlo: siempre sucede lo mismo,
pero puedo cambiar la inclinación de esta noche y su regreso,
puedo cambiar la estructura del tiempo
mientras mis zapatos se pudren y me suda la piel primaveral.
Las moscas y el vaso de agua y las uñas mordidas, y el papel
es un texto mojado –tanto sudor– pues hoy es un día de verano.
Y ya no sé a dónde llego tarde, por qué existe la prisa,
por qué se desnudan tus ojos cuando me retraso un poco,
por qué a pesar de todo me invitas al café
y me propones tomar otro.
(Nunca utilizaré la palabra amor, al menos para esto).
Y ya han pasado cuatro días y estoy escribiendo este poema y es domingo.
“Esto es un mapa cualquiera de la vida”,
las formas se iràn con la costumbre, y dentro
de cinco años, o de quince, o de veinte,

volveré a casa, y el cielo devastado como un muro infranqueable
estará viejo, y estaré pensando en ella, y en lo que fue
el encuentro con sus manos,
y a todo esto está empezando a llover
y miro la hora y son las siete

y me siento como un perro sin su hueso.


L. LL.
17 de abril, 2011

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