miércoles, 16 de febrero de 2011

LOS ROSTROS VIENEN. SE ACABAN

Los rostros vienen. Se acaban.
Nadie sabe de dónde viene
el profundo temblor de sus preguntas.
Cómo empiezan, por qué se van.
Por qué la lluvia reina en los lugares
donde el polen cuida de la muerte.
Los rostros se suceden y se esfuman
y son el pan de las frías madrugadas.
Se cuelgan las voces del caballo.
Y no sabemos dónde, dónde acaba
el lenguaje que nos nombra, dónde
se rompe la marea baja
como hacia los muertos de tu pecho.
Dónde la rompiente sangre de la ruina,
el aullido de tus ojos hacia bosques extinguidos
cuando aún tengo la noche.
Dónde tus manos
desdibujan el límite de los espejos,
donde los dioses que se fueron
van trayendo su fulgor
sobre el papel muy lentamente.

Y quiénes son los que se han ido,
y quiénes los que estamos
y por qué cuando digo sombra se empieza a iluminar la casa.
Y va cayendo la palabra,
y se va quemando la noche, tan honda y tan severa,
y su pulso es tan sincero
como la carne de un cordero sobre el agua.

Y los páramos no nacen,
y nos vamos con la aurora,
y me extingo al escribirte

sobre el cuerpo de los seres de tu tinta,
sobre los ácidos ojos que se giran y preguntan,
y sangran, se derriten, y son humo de amor

sobre los sucios ataúdes de la noche.



L. LL. (febrero 2011)

3 comentarios:

  1. Es un placer poder seguir leyéndote ya cuando se me acabó tu libro varias veces, y ver cómo evolucionas. Lo eres ya, pero serás un gran Orfeo.

    Un abrazo de un amigo

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  2. Muchas gracias! Un placer que digas eso. Por cierto, miraré tu blog.

    Un abrazo!

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  3. Querido sigue escribiendo así y a los demás que les den candela. Besos. Eres un grande.

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