viernes, 22 de junio de 2012

MIRAR EL HUMO, LA MEMORIA...


Mirar el humo, la memoria
en los nocturnos dibujados bosques,
acariciar el grito que persigue
una tempestad más alta;
alzado sobre ruinas
comprender los ojos que comienzan,
encerrar el minuto en los eclipses,
resbalar en la sombra de la muerte,
robar el fuego en la ceniza,
exprimir el latido de lo oculto,
convertir las nubes en banderas
y los frutos en señales habitadas,
atravesar el muro de la vida,
descifrar el paisaje en el desierto,
borrar el agua de la lluvia,
ultimar el sonido de esa calle,
proclamarse en laberintos de tristeza,
vomitar un tango entre el mar y la tormenta,
iniciar el hechizo de la tarde,
colgar el corazón en el árbol invisible de la aurora,
salir de tu cuerpo y entrar en otro cuerpo,
apagar las velas de la tierra,
bailar sobre el rastro del poniente,
los despojos de la luz y la distancia—,
desdibujar el mapa, la brújula y el viento,
morder la primavera en los espejos,
quitar la semilla de todas las preguntas,
cantar en la noche de los dioses,
conceder la alegría a los fantasmas,
enfrentarse a los caballos del tiempo,
habitar los palacios de la niebla,
descender del águila y del agua,
alejarse por encima de nosotros,
comprobar la piel en el tacto de la nieve,
amar entre el sueño y el regreso,
profanar el cuerpo de la virgen,
destruir el templo en otro templo,
hundir los barcos de la sangre,
mirarte sobre el día y la ceniza,

escribir el poema.
 
 Luis Llorente (marzo 2012)


 



1 comentario:

  1. Efectivamente, poeta. Vivir es escribir el poema. O escribir el poema es vivir con la mayor intensidad que pueda pensarse para nuestra condición. La tarea es corrosiva del cuerpo pero ilumina el alma. No debe ser comparada con la vida: es la vida. No debe ser confundida con cualquier oculto deseo de castigarse o lastimarse: ¡Si es la misma muerte a la que miramos a los ojos y desafiamos! Gracias poeta!

    ResponderEliminar