viernes, 4 de mayo de 2012

Lo que arde en las palabras...



Lo que arde en las palabras.
Lo que se encuentra tras las grietas de la lluvia,
donde exhalamos el humo
y el latido de la tierra mojada.
Lo que sucede a los ponientes:
estalla ese beso como raíz o fuego,
en una sequedad más alta,
noche cierta y delgada música
en los jardines que destellan por tu nombre.
Sólo los labios al tiempo,
la destrucción del límite.
Abrazamos lo total, extendemos
la sombra por el aire: aquí la vida
pesa menos, y estamos atados
al regreso del eclipse. Pulsar la voz
en el desierto, encender la llama,
lo que ávidamente se rebela,
lo que canta en el cuerpo de la tierra,
la tempestad borrosa de la nada.
Decirte que el amor es este sonido
que se alarga sobre el día.
Que mi tiempo es tu tiempo,
y todo quedará algún día
escondido bajo la nieve.
Lo que dibuja el corazón del perro,
el vuelo del águila, la mirada del reptil.
El rumor del viento sobre el sauce,
los lugares abatidos, la memoria
de todo lo que al fin la muerte
recoge en su regazo. El tiempo
bajo el tiempo, la sangre del mundo,
el silencio,
los golpes del dios que nunca duerme.
Lo que decimos por encima de las nubes,
alterando la vida y la distancia.
La secreta ceremonia. Lo que se define
más lejos, más alto, más allá
del territorio de la luz. Lo que nunca
estará vencido, y secretamente corre
la cortina, y enseña las lámparas del beso.
Lo que se pronuncia en silencio, en voz baja,
acariciando la semilla del árbol,
la raíz antigua de la noche.
Lo que está latiendo sin latido.
Lo que traza la línea de la muerte.
Lo que mide la distancia entre un labio
y la estación del sol. (Las hojas muertas,
la vigilia, la ciudad que duerme
en el otoño). La sal de los bosques, la piedra antigua,
el páramo que el duende no conoce.
Lo que profana los pianos, la amarilla y dormida luna,
las sonatas del insomnio, las ventanas aniquiladas
por los vértices del sueño.
Lo que enteramente vive
y deja descendencia. (Pronunciar tu nombre,
abrir una puerta en la memoria,
amarte en un rincón del laberinto).
Lo que nos define sin nosotros,
lo que somos sin el ser.
(Las tardes de junio, los frutos en silencio).

Lo que devora el fuego, y primero es luz.
Lo que siempre es siempre todavía.



Luis Llorente
4 de mayo de 2012


1 comentario:

  1. Por todo eso que mencionas poeta (y maravillosamente enumeras lógica y caóticamente también) es que me he despertado hoy. Y seguramente lo haré también mañana. ¿Medirlo con el devenir? No sé: ¨el tiempo/ bajo el tiempo, la sangre del mundo/ el silencio...¨. Gracias hermano!

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