Las huellas en la nieve
de alguien que pasó
dejando su calor
lento como una despedida.
Dame un alma ignorante, un cuerpo ajeno.
Ayúdame a sentir la luz,
su furia desatada,
su desierto íntimo.
Tenderse ahora
es fácil,
tumbarse en ti
sabiendo que me escuchas
y que el eco de la lluvia ya no puede mordernos.
Porque somos un instante respirable.
Porque escucho tu gemido
imantado como una cruz.
Porque hemos vencido enteramente
y tu aliento es amarillo
y tu piel no parece de la noche.
Luis Llorente Benito,
de La rutina de la nieve (abril-junio 2009), editado en 2010
*el intertexto (en cursiva) es un verso de Juan Gil-Albert
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