No hay nada más bello que morir con 47 años en casa de tu madre (viva) y en tu ciudad natal. ¿De sobredosis?
En cualquier caso,
quiero expresar mi más sincero réquiem por Miguel Ángel Velasco (Palma de Mallorca, 1963-2010), el gran poeta metafísico español actual.
Leamos este poema suyo, de La miel salvaje (2003):
EL HUMO DEL CIGARRO
Miras a contraluz el suelto hilo
que se devana en fáciles volutas.
Y en esa transparente arquitectura
reconoces un ritmo, el equilibrio
de una danza precisa.
Y te dices que el humo tiene un orden,
un concertado pulso que edifica
su liviana columna.
El mismo que gobierna
la rotación de antiguas nebulosas,
el latido puntual de las mareas
y el de tu corazón, desafiando
el peso de la tierra.
Se consume la brasa,
pero se prende el denodado estambre
al rizo de su vuelo, y multiplica
en la sutura de las altas pérgolas
esa ufana corola necesaria.
Lo que nunca será de la ceniza.
Miguel Ángel Velasco
*Y él nunca será de la ceniza, porque vive en estos versos.
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