lunes, 24 de enero de 2011

UNA PALOMA PESA SOBRE EL SUELO...

Una paloma
pesa sobre el suelo.
Tiene el mismo valor
que una lata de cerveza
flotando en el agua sucia de un puerto viejo.
Y la vejez es vida
que se impone ante la muerte.
La ciudad sigue adelante
pero tú te quedas atrás.
                                    Y hay un lento sacrificio
que se encuentra tras el humo.

Los dientes se cansan de morir.
Las manos, los ojos, los labios
no conocen el amor, y prefieren
que sea así. Y entonces se levantan
los muros tras el viento,
y los tejados parecen bombillas con la forma de los pájaros.

Una paloma pesa sobre el suelo.
Vierte su ruido y su desnudez,
su canal de humo,
su grito que arde
más allá de lo visible.
                                Y no queda compostura
ni ritual. Todo es un cauce mentiroso,
un espejismo ya,
una forma de la muerte
que se pierde en el horizonte, y el horizonte
es lo que regresa como un barco. Y el puerto
ya no tiene esa apariencia, y dice
algo distinto con la misma boca, sucia
y desdentada. Y la suciedad
es una forma de limpieza. Aquí todo
parece refugio ante la muerte.
Aquí te escucho y a veces intento olvidarte.
Intencionadamente, como todo lo que viaja con la muerte, y el viaje
es una pregunta inacabada y un lugar extraño:
desierto extrañamente ilimitado,
razón del movimiento y del camino.

Aquí te escucho. Y vuelvo a amar
aquellas tardes como entonces,
similares a la lluvia.

Aquí las palomas están muertas.
Son fantasmas sobre el suelo,
y pesan como extrañas sonrisas
sobre el día sin sol.
                             Las nubes tienen
colores agrietados: un tono rosáceo
se extiende sobre toda la ciudad,
entrega el olvido a la tierra y a las calles,
atraviesa la muerte y el cielo de un espejo,
se disfraza de reloj y de latido,
es ceniza en el comienzo de la noche,

vuelve con la apariencia de la vida.


L. LL.
8-1-2011

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