Las calles
no están.
Yo estoy
mientras se alejan las últimas farolas
como balas de muerte.
¡Las calles no están!
He estado una hora en la plaza de Anaya
buscando a Dios entre la niebla
y creo que no lo he encontrado.
El amor es ácido sulfúrico.
El alcohol, una nube que se inventó
para divagar en noches como ésta.
Y no te tengo. No estás.
Pestañeo, busco mi origen,
y sólo encuentro lluvia y ruidos que caen de las ramas.
Y las hormigas, qué estarán diciendo las hormigas,
tal vez nada sepan de mí. Ni de ti.
Pero te conozco, y te miro,
te amo y te nombro en la belleza.
Bajo el árbol y la nube.
El cielo gris, o blanco, o del color del vientre
de una ballena muerta. Te he estado
diciendo que te amo, a las puertas de la catedral,
ebrio y confuso,
y no me has contestado.
No me has contestado
mientras mis zapatos se oxidaban de abandono
y mis lágrimas imitaban a la lluvia.
La podredumbre es este hechizo.
No te escondas, Señor:
encontrarte es muy difícil.
(13-1-2011)
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