El
humo letargo del contorno, el labio reluciente.
José
Lezama Lima
He caminado
por un simbólico lugar,
la realidad
del sueño.
Una mujer
que conocí hace tiempo
me decía
que me amaba, era febrero
y los días
eran casas invisibles
como en un
reloj secreto.
Allí
estuvimos largo tiempo,
tendidos
bajo el arco de la lluvia,
como el
latido que une
las manos
con el mundo.
He soñado
con ella y he vuelto
a quitar el
daño a la memoria.
Todo son
faros tristes
que apenas
iluminan, puentes tendidos
en la
fiebre de lo gris,
paseos
junto al cadáver de uno mismo,
signos
desterrados, momentos extinguidos,
la
caducidad de la alegría azul y deseante.
He caminado
y he visto
toda la luz
del labio reluciente,
su rostro
coronado
como un
pulso sin descanso. Junto a ella
las horas
no pasaban; nada importa
sino el
tiempo que crece sobre el tiempo,
las nubes
que se acercan
como
ángeles que cubren el invierno,
la tristeza
del frío y de encontrar la llama
entre todo
lo mirado:
aquí estoy
más atento
a los
ruidos fugaces que vienen a salvarme.
Alejarse de
ese extraño paraíso,
recuerdo o
llanto, vértebra
de lo
oscuro, señal de amor
lejana; ya
nada, nadie, volverá
como
volvieron nuestros nombres
una mañana
de febrero de 2011.
Luis Llorente
25 de enero, 2013