Fíjense por qué la taza de café
estaba siempre en el mismo lugar.
Sólo cambia la sonrisa y la mirada.
Cambia la ciudad
y los residuos del día
después de muchas horas en la cama
definitivamente sin aliento.
Los vagos se levantan a las cuatro de la tarde,
toman carajillo en las tabernas
o café amargo (el azúcar
es para los que no aman el invierno).
Y curiosamente se desata
una alegría, un estado
de felicidad fingida
que nos invade el cuerpo. El aire
tiene muchos trajes (abrigarse, que hace frío)
y quedarse mirando al infinito
mientras el viento escribe este poema.
1-12-2010
1-12-2010
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