Un poema –a veces– es un insecto
que sale de la boca.
Una herida en la niebla,
un lugar triste. Escuchamos ese tango
que se queda ahí, escondido
tras la puerta. Y la habitación es tuya
y tal vez está en tus ojos. Y no tienes miedo.
Caminas en tu casa solo.
Caminas solo en tu casa.
Caminas en tu sola casa, solo.
A veces tiemblas de frío.
Otras veces te quedas mirando
al horizonte, desde la ventana más íntima,
la que nunca tuviste y ahora tienes.
La de casa. Tu favorita.
¿Sabes a cuál me refiero?
Esa ventana tan…
Y hay una rosa mustia. Llevabas mucho tiempo
sin utilizar esa palabra. (Se puede hablar de la rosa,
puedes hacerlo, pero de otra manera).
Y qué quiere decir otra…
En cualquier caso esto es un poema
–creo que es un poema–
y si no lo tienes claro aún, no importa.
Qué importa en realidad mientras sigas escribiendo.
Decía que hay una rosa. Y está mustia.
Porque todo te lleva a la tristeza. Ya sea fingida o no.
Intentas escribir unos versos. Todo te lleva a este lugar baldío.
No llegas a ninguna parte. Juegas con el lenguaje,
te enfrentas –indefenso– a tu tedio.
Y esa rosa te sirve
para imaginarte una ventana:
la que te falta, la que no tienes.
(Ni siquiera ahora.)
Y resulta que después esa ventana
te sirve para imaginarte un barco:
el que te gustaría tener, aunque el mar da mucho miedo.
La noche empieza a caer sobre la tarde. Y vence.
Son las ocho de la tarde. Es pronto para seguir aquí.
Apenas es pronto. No sabes si leer
a Huidobro o a Juan Liscano.
Esta ciudad no tiene mar. Pero tú hablas del mar.
Y de qué sirve, si el mar no está aquí.
Es diciembre y hace mucho frío.
Pero tú te empeñas
en hablar de agosto,
en tus recuerdos de verano.
Y de qué sirve, si el verano no está aquí.
Porque recuerda: un poema
–a veces– es un insecto que sale de la boca.
21-12-2010
Del poemario Nunca
"Esta ciudad no tiene mar. Pero tú hablas del mar.
ResponderEliminarY de qué sirve, si el mar no está aquí."
me gustan mucho esos versos.