El verano termina. Es una casa a lo lejos, que ya hasta apaga la distancia, el reflejo de esa luz tan poderosa, pero ya muere, y en cada mirada es un resto de otro sol que terminaba en la desnuda brisa del día siguiente. Ahora intento volver a los lugares donde secretamente estuve, y fueron cambiando, y apoderándose de mí, y entregando su cadáver a la orilla de otro beso, enredado en el aire como todo lo que mira y acepta su muerte.
Ahora anuncias el reflejo de lo que ya no está, como un cuerpo en el pasado que todavía pretende dibujar su historia, y que ya tal vez nunca vuelva a estar aquí. Hay luz evidente. Evidente vida. Evidente despertar en lo sonámbulo, y extender las manos caminando despacio, y lento el día va cayendo sobre ti (sobre tu vida, sobre su propia muerte), y entonces uno recuerda y siente ganas de llorar por todo lo que ha sido fiel a su alegría.