viernes, 10 de junio de 2011

LUGAR SECRETO

                                a las siete y seis minutos de la tarde,
                                me convertiré en una isla.

                                                            VIRGILIO PIÑERA

Mis ojos conocen el secreto de este mundo.
Me reduzco a la sombra, el día distinguido ya no dicta su fuego,
el abismo se inclina. Esa guitarra
viene hasta mis labios, se parte
como un centro inaccesible, y empieza a ser
parte de esta ceremonia: música de frágiles
instantes, música o temblor sobre los largos dedos de este día.

Mis ojos están aquí: luego dejarán de estar.
Mis manos están aquí: luego no estarán.
Mi cuerpo es un puente invisible en medio de la lluvia,
y el alma tiene la culpa de esta muerte.
Luego el tiempo seguirá pasando.
Ahora está aquí, y pesa su larga línea sobre el aire,
entre los nudos de la luz, en la frente abierta
de un hechizo que sangra. Y suena esa guitarra,
suena lejos y ahora ya no hay nadie, y sólo vine
a encontrar este lugar, esta magia, esta brisa
reciente como un pulso anónimo. (Sí, sólo he venido
para esto):
para saber que un árbol crece dentro de un árbol,
que un corazón fantasma puede resucitar en el rincón perdido de una plaza,
que yo he estado aquí otras veces
y juro que hay un tiempo común en todo esto, un lugar secreto
que ahora existe, y empiezo a habitarlo muy despacio,
con la lentitud del aire que se mueve hacia otro tiempo,
y esa música está creciendo
como crece un niño cuando mira el mar,
como crece un barco cuando una lágrima se hunde.
(Cifra de fuego que entrega su alegría).
Esa música está creciendo
y yo estoy aquí
y luego no estaré.
Y la memoria es una puerta
o un vagón hacia la muerte,
un espejo antiguo, una ventana azul,
un hombre vivo que recorre su costumbre.
Y ahora estoy aquí,
tratando de captar este momento. Y ahora
es el poema sólo esto, un desierto de palabras,
un vacío que queda tras la luz, esta brisa, este amor,
este viento de junio.
(Viento breve, brisa breve: alma breve).

Y estoy en un lugar secreto,
la rutina que me salva de la muerte.



Luis Llorente
Para el poemario Nunca
10-6-2011 (escrito a raíz de escuchar al hombre que toca la guitarra española cada tarde junto a la torre de la catedral de Salamanca)

viernes, 3 de junio de 2011

ESTOY BORRACHO

Estoy borracho.
Miro pasar las cosas
desde esta ventana, incierta como un destello,
como un cuerpo que no cabe en una boca,
como un mensaje preparado para nadie,
como un lugar que no existe.
Es un río de cosas
y el agua a veces se parece al fuego.
Es un río de cosas
y la noche es blanca y larga. Ha pasado.
(Tal vez estos ojos sean el rostro de la vida.
Tal vez no tienes esperanza alguna de decir amor,
de nombrar la muerte).
Los relojes duermen. La ceniza acaba. La noche comienza
largamente como una mano amarilla saliendo del olvido.
Y la mano no era un árbol. Era el amor, era la luz, la música, quizá tu cuerpo.
Sí, yo lo recuerdo. Yo lo recuerdo y no sé qué tengo escondido en el corazón,
qué raíz está latiendo al fondo de esta brisa, encendida y únicamente mía.
Y nunca, y siempre, y todo, y lo que está lejos, y lo que termina.
Todo es una frágil apariencia
de rostros, de lugares, de cervezas. Estoy borracho.
(Tocaría ahora la espalda de Conchi, los labios de Laura, la sonrisa de María,
los ojos de Clara y su voz de niña.)
Todo es un ensayo del deseo, una canción que se parece al mar,
una ausencia presente o una espera.
Todo es un amor como una línea floja
borrándose con el vacío.
Todo es este cuadro místico, esta pintura desgastada,
este acierto del alma. Todo es esta extraña
metáfora encendida, este pulso
que sale de mis manos, estas ganas de comprar un alma
con mi alma. Y estoy borracho,
y lo sé muy bien en este día, y no sé qué poema
decirte junto al fuego, no sé qué aire, ni qué luz,
no sé por dónde empezar esta batalla.


Luis Llorente (Segovia 1984)

miércoles, 1 de junio de 2011

SI YO...

Si yo al pájaro lo miro
y te amo con soledad de muro
y si yo al pájaro lo miro
y te digo con abrazo de niño
y si yo al pájaro lo miro

y encuentro una palabra insatisfecha
y la muerte no es un túnel.

Si yo a la noche me parezco
y si tú a la noche te pareces
entonces la explosión será inmensa
y las bocas colgarán de las mejillas
y las lámparas temblando hacia la muerte
estarán abiertas
como todo el aire que concluye en la sombra,
como todo lo que entrega su abandono
a cada incierto ángulo, a cada día ido,
a cada plaga yendo, a cada sol que huye,
a cada herida lenta, a cada sed cautiva,
a cada mano de luz, a cada hechizo
tumbado sobre el polen.